
Las relaciones entre la familia y la escuela están basadas
en el recelo y la desconfianza mutua. Los padres cuestionan el papel y la labor
que desempeña el profesorado y éstos, a su vez, hablan de la dimisión de las
familias en su acción educativa. Si a todo esto le sumamos una falta de diálogo
y comunicación entre ambas instituciones podemos afirmar con rotundidad aquello
de “Houston, tenemos un problema” pues familias y escuela no se pueden permitir
el enfrentamiento: deben avanzar juntos, de la mano ya que está en juego el
futuro de la infancia, es decir, el futuro de nuestra sociedad.
Hay que dejar a un lado prejuicios, falsas ideas y creencias
y establecer un nuevo modelo de relación entre la familia y la escuela. Para
ello se debe actuar como un auténtico equipo educativo capaz de mejorar la
educación.
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